lunes, 20 de agosto de 2012

Rêves de Lumière

Aquella noche en principio poco prometedora viajaba escandalosamente rápido a la cumbre de la motivación. A pesar de la tormenta que se acercaba al oscuro y solitario paseo que bordeaba el río, la sonrisa de su cara era inborrable. Ni las deidades de la noche podrian provocar algo tan espantoso que la hiciese desaparecer.
Relámpago. Aquel atardecer habia sido magnífico, y mientras hablaban, la luna habia hecho su aparición por detras de los edificios, obra del poderio y prepotencia humanos. El indomable viento del pueblo arrastro  hasta sus oídos el sonido de las campanadas de media noche. Era una de esas calurosas noches de verano en las que los sueños viajaban a su antojo eligiendo las mentes mas despiertas para posarse e ingeniar nuevas obras de arte, nuevos relatos, nuevas invenciones que facilitasen la vida a la especie dominante de aquel planeta escondido en lo mas recóndito del universo.
Trueno. Caminando de lado a lado del paseo, como llevaba haciendo desde que la melodía del telefono había interrumpido su meditación, podría pasar horas hablando con aquellos seres únicos que designaba con la palabra "amigos". Lo increíblemente reconfortante que podían ser esas llamadas en tiempos de incertidumbre emocional hacían que volviese a tener fe en la capacidad del ser humano para resolver misterios inmateriales.
Rayo. El viento comenzó a tejer la dulce y relajante melodía del susurro de los árboles. El canto de los grillos adormecía sus pensamientos y guiaba sus pasos al compás del mismo. En solitario. Como siempre. Era una buena forma de abstraerse del gran teatro del mundo. Si, teatro, porque al fin y al cabo que es el mundo sino un gran escenario donde cada actor-persona interpreta su papel lo mejor que puede antes de que el apuntador le indique la puerta de salida.
Luna. Si no fuera por la belleza de esa gran obra de teatro llamada vida, muchos optarían por abandonar el papel y quitarse la máscara bajo la cual su verdadera identidad queda oculta, al menos a priori, pues el arte de conocer a una persona verdadera por dentro consiste en activar los resortes que permiten apartar esa falsa cortina de humo y dejan a la vista el alma desnuda de ese ínfimo habitante de la historia del universo.
Oscuridad. Pero la mascara no es en absoluto fácil de arrancar, y la dureza con la que nos suele tratar el director de obra de la vida, hace que muchos otros opten por una opción mucho mas utópica, perfecta, pero, en realidad, menos real, dependiendo, claro está, de que consideremos la verdadera realidad.
Sueños. Por supuesto hablo de los soñadores. Esa gente que parece caminar despistada por todas partes, que solo presta atención a las curiosidades y que incluso, elabora teorías sobre múltiples indagaciones que solo los extravagantes se atreverían a formular. Esos seres que dejan que su loco interior tome las riendas de la obra y acabe con todo indicio de pragmatismo en sus mentes. Esos fantásticos seres que desafían las leyes de la ciencia constantemente. Esos geniales seres que con su grandilocuencia son capaces de ocultar el mar de dudas sobre la existencia en el que navegan al amparo de sus bohemias y en ocasiones tergiversadas mentes.
Luz. El entresijo de luces y sombras que componen la realidad es un ejemplo del entramado neuronal incrustado en los cráneos de todo ser humano. Cuenta la leyenda que cuando una neurona pasa de una zona de sombra a otra de luz en el caos encefálico, una nueva idea ilumina la mente humana, que si esta suficientemente despierta, analizará e intentará resolver para encontrar solución a un nuevo misterio de la vida.
Dudas. Océanos. Amor. Inseguridad. Caos. Reflexión. 
Todos los elementos que conforman nuestro alrededor parecen estar cada día mas interconectados y tener más significado. Pero es inevitable preguntarse si no estaremos viviendo un sueño. Un sueño eterno, y que nuestra existencia no sea ni siquiera una mota de polvo, ni siquiera la sombra de esa mota de polvo. Que no seamos nada. Lo cual no significa que los sentimientos no puedan ser reales para nosotros. Si sentir amor, odio, injusticia, aversión, placer o desconfianza es producto de la irrealidad, del sueño, permitidme que me convierta en un permanente soñador. Porque si vivir en mi mundo, es vivir en un sueño, también podría argumentar que vivir en el mundo real es otro sueño aun peor.
Y prefiero cumplir los sueños propios que los sueños de este mundo malversado por el dinero, la codicia, el egoísmo y la malos propósitos, que provienen de detractores de los sueños. La importancia de estos sueños es tal que la perdida de estas fantasías provoca efectos desastrosos sobre el afectado, desangrando su alma soñadora y simpatía natural, que queda enfrentada al mundo natural. Mas no temáis, pues aquestos daños pueden ser reparados por el poderoso poder de la magia soñadora, que reside en aquellos que creen de todo corazón en el poder de la imaginación, de los sueños y de la música.  Ese poder es llamado "amor al alma".

"Cuando nuestros sueños se han cumplido es cuando comprendemos la riqueza de nuestra imaginación y la pobreza de la realidad." Ninon de Lenclos, Cortesana francesa.


"¡Qué poco cuesta construir castillos en el aire y qué cara es su destrucción!" Fraçois Mauriac, Escritor francés

martes, 7 de agosto de 2012

Episteme.

El agudo pitido y el humo que provenían de la chimenea de piedra indicaban que su té ya estaba listo. Atabiado con su  ropa mas oscura, bebió el té a prisa, evitando quemarse las heridas de la comisura de los labios, y sin fregar la pequeña y frágil taza cogió su larga gabardina negra y marchó apurado, dejando la pequeña estufa de carbón encendida. Las campanadas del reloj de la alta y esbelta torre de la catedral daban las 6. Los repiques no sonaban alegres como el canto de los pájaros, sino que tenían un sonido quedo y mustio, el suficiente como para avisar a los viandantes de que otra hora más pasaba en aquel valle de lágrimas. A pesar de la hora, la ciudad parecía sumida ya en las sombras de la noche. Aquel suntuoso edificio, diseñado por genios de la arquitectura en tiempos en los que la fe en la humanidad se erigía en la alta pirámide del racionalismo recién nacida, era el epicentro de la tragedia. Un triste funeral acongojaba a las cientos de familias de los mineros fallecidos en el fusilamiento. Ya era el cuarto gran fusilamiento de la ciudad en los pocos meses de guerra, que había dejado demasiados sueños y corazones rotos en aquel frío invierno.
Clavados en afiladas estacas, los sentimientos habían sido asesinados uno a uno, delante de todos, y varias veces. Los sentimientos en personas habían sido condenados con cadena perpetua ,y el amor con la muerte.  Solo se premiaba el placer. Los jóvenes habían sido obligados a desaprender las palabras libertad, amor, sentir, ciencia, abrazos, querer, derechos, investigar, saber, conocimiento... Y habían sido obligados a aprender otras muchas como deber, obligaciones, ejercito, militares, patria, lealtad, fidelidad....
La nueva dictadura impuesta tras la publica ejecución del anterior alcalde, promotor de la cultura y el bienestar, había sumido al pueblo en la miseria. Pero no solo en la miseria material, sino cultural, social e ideológica, lo que es aun mas triste.Se había decretado el cierre de escuelas, bibliotecas, la universidad había sido demolida, miles de libros, grabaciones y filmes quemados en la plaza, las murallas se habían reconstruido y las armas eran el nuevo dios al que debería adorar la sociedad. Planetarios, salas de conferencias, patios culturales, auditorios, el conservatorio, y los diversos teatros eran ahora polvorines y armerías custodiadas por militares. Los ilustrados que se habían resistido a abandonar su vida habían sido fusilados al instante, ante los ojos de cualquiera que pasase por aquel desgraciado lugar, al tiempo que se alegaba la salvación de la nación con aquellos fatidicos actos. 
Caminaba presuroso por las resbaladizas y tenebrosas calles, esquivando a los agentes y militares a toda costa, una ardua tarea, porque estaban por casi todas partes. Milagrosamente llegó sano y salvo al local clandestino, aunque impregnado en sudor por el subidón de adrenalina. 
El local era pequeño, estaba húmedo y la única fuente de luz eran las diversas velas dispersas por la habitación. El único mobiliario eran una grandes estanterías abarrotadas de libros como si hubiesen sido apilados a toda prisa, y una gran mesa redonda con unos pintorescos personajes que estaban sentados al rededor de ella. Ancianos y jóvenes, altos y bajos, delgados y gordos, para entrar en aquel lugar solo había un requisito: defender la cultura y la educación por encima de todo. Algunos aun conservaban en el rostro el reflejo de la peligrosa huida hacia aquel nefasto exilio interior. Algunos tenían moratones, huesos rotos y heridas que un medico debería examinar con urgencia, pero la causa que estaban defendiendo paliaba todos los dolores. Todos sabían que un pueblo sin cultura es un pueblo manejable. 
A pesar de todas las atrocidades cometidas por los salvajes soldados del ejercito de la decadencia y de todos los lugares destruidos por aquellos insensatos habían conseguido salvar unos pocos resquicios que escondían en siete locales de ese tipo repartidos por toda la ciudad. Estaban claramente en desventaja, pero sabían que jugaban con una gran carta, y es que lo que pretendían arrebatarles, sus conocimientos, sus derechos, su cultura, no era algo solo material, recogido en libros o en instrumentos, sino que la esencia de todo aquello residía en las personas, y gracias a los azares del destino, no todo el mundo en aquella sociedad había abandonado esa esencia a su suerte.
Llegados al punto en que una parte importante de la sociedad no valora la cultura ni el conocimiento de ningún tipo, ni musical, ni literario, ni artístico, ni científica, ni incluso religioso, parece el momento de plantearse qué es lo que falla en la educación de esos pobres desdichados, que no saben que es el placer de escuchar una canción preciosa por primera vez, de leer una novela fantástica, de descubrir cosas acerca del mundo que nos rodea, de descubrir nuevas formas de plantearse la existencia, de explorar para descubrir los horizontes del conocimiento humano.
Esos pobres infelices, que comparten mas cosas con los animales que con el pensamiento humano, se verán superados por todos los motivos anteriores, que ellos, orgullosos de su ignorancia, se niegan a experimentar y optará por utilizar su única alianza, la fuerza. Pero la fuerza solo diezma, no destruye el conocimiento. Y si acaban con todos aquellos que valoran cualquier atisbo de cultura mediante las armas, sus diosas, construirán el mundo más pobre que jamás podría existir. Pues un pueblo sin cultura esta vacío y su existencia carece sentido. Y una cultura basada en la ignorancia, no es cultura, pues la cultura requiere conocimiento. Si nos vemos destruidos por este espantoso modo de vida, creo que podemos afirmar por fin, que la esencia humana ha perecido a lo largo de la historia.
" Todo sistema guarda en sí mismo el germen de la autodestrucción." Karl Marx