jueves, 28 de mayo de 2015

Bio

A veces confiar en uno mismo trae consecuencias irrevocables, de las cuales uno no puede escapar, y así, se sume en un profundo bucle de autodestrucción y lloriqueos. No hay nada más cruel, sanguinoliento, y espinoso a nivel emocional que la apoptosis emocional, el suicido social, y las ganas de morir. Y poca gente las conoce a nivel real. No soy ni mucho menos uno de esos desafortunados; gracias a los astros, aun conservo o creo conservar la luz que guía mi esperanza, la voz que susurra que la batalla no está perdida, y que resurgir de las cenizas nos hará más fuertes como al ave fénix. 
Pero es cansado, ¿sabéis? A veces pasa, que cuando no sabes donde estás, quién eres, qué estás haciendo, qué haces leyendo la página 145 por decimocuarta vez o por qué has dejado que se te enfriase el café sobre la mesa, en ese momento, es cuando decides abandonar y dejarlo todo. Y es que seguir supone sangre, y desde niños se nos ha inculcado que la sangre no es algo bueno, deseable, o que merezca la pena. 
Y no avanzas, y te quedas apesadumbrado en la butaca, entre las sombras de las farolas de la ría y la lampara de la mesilla de noche, que baila al son de la corriente, como si satán tratara de decirte: "Duerme". Y te rindes, y piensas que ya nada merece la pena, que te acabas de defraudar a ti mismo. Todo tu sistema de valores se desploma; la ejecución de esa preciosa sinfonía que es tu vida se ve interrumpida por un politono de Movistar, y saludas desde abajo a los doctores con bata mientras envían el ultimo paper a la revista de moda. Pero hasta los grandes manuscritos tienen tachones y cambios de armonía. 
Quizás he vuelto a divagar más de lo que es necesario, e incluso aceptable. Quizás esto sea inaudito, pero permitidme que valore la posibilidad de creer en la capacidad del ser humano para sobrepasar fronteras, que dude de los limites de lo inescrutable, que me cuestione la existencia de la verdad, porque todos estos son temas que personalmente superan mi actual entendimiento, mas no por ello me gustaría dejar de seguir las pesquisas que se les escapan y vamos recogiendo con nuestros sentidos. Y es que, si los filósofos se empeñaron en superar estas fronteras, no soy nadie para detenerme a superar las fronteras de esta carrera que te consume como una hoguera bajo una estrellada noche de invierno. Pero por el camino, pienso.