martes, 30 de abril de 2013

Engranajes

Qué siento o qué dejo de sentir es una de mis mayores preocupaciones en los últimos meses. No ceso de darle vueltas, de girar engranajes entre unas personas y otras, que se relacionan. Y siempre, justo cuando tienes todos casi colocados en la posición correcta, uno de los últimos se mueve y te desencaja todo el panel que habías conseguido armar a base de paciencia y de muchos dolores de cabeza.
Lo que sienta o no sienta solo es asunto mio, pero a veces desearía tener una especie de asesor, alguien, que me ayudase a discernir entre todos esos conceptos personales que se entremezclan y reúnen en la sombría plaza del devenir, donde juegan al juego de las sillas al son de la música de los engaños y las equivocaciones. Pero suele ocurrir, que justo cuando aparece tu comodín en la partida, alguien acaba de hacer un jaque demasiado importante como para que un arlequín con experiencia decida sobre ti.
Y entonces la desesperación llega a su culmen, todo se oscurecen y caen los primero copos de nieve de la noche sobre la ciudad, dispersando a las personas, que con un atisbo de esperanza en sus corazones, entonan un hermoso y solemne canto invocando un solo rayo de lucidez mental, que salve al pobre chico de su propia autodestrucción emocional.
Supongo, que no tendría escribiría esto, si tuviese claro que saldré el sábado y me tiraré a una tía medianamente decente a la que después no volveré a llamar, y a la que agradecer haber apaciguado el hambre de sexo durante algún tiempo, pero no considero esa clase de actos un logro. Aún así, no he descubierto la razón por la cual respeto o por lo menos no interfiero en todos esos tíos que van a comerse el mundo cada noche al ritmo de PitBull o Daddy Yankee.
A lo mejor es que no tengo el rango suficiente, pero entonces me autodesigno, con todos mis respetos, RETRASADO. Puede que solo sea un observador en este mero caos de universo en el que nos ha tocado vivir. O que tan solo sea el alcohol y el hecho de que sean las tres de la madrugada. Pero esta ultima razón es demasiado noble y ha engendrado demasiadas buenas ideas como para entristecerme mancillando su honor.
Total, al final, voy a acabar igualmente dormido al son de alguna canción del aleatorio, que decidirá que sueños me invadirán esta noche en el pequeño rango de sueño que me reservo solo para mi mismo.

Aparición

Me fui como un fantasma y volví recordando lo vivido. Volver a veces está bien, otras está mal, y otras debería de estar prohibido. Pero es como un vicio para los fantasmas, así que para uno que tienen no deberíamos quitárselo  Pobres criaturas... ¡¿Es que nadie piensa en los fantasmas?! A veces me da la sensación de que no. Son unos incomprendidos. Se pasan la eternidad recordando lo que hicieron, el daño y el placer que ocasionaron, las risas y las lágrimas que desataron y no les queda otra que contemplar las jaulas vacías de todos los sentimientos que se les escaparon.
Pobres fantasmas... Tiene que ser duro, eso de no poder hacer cosas nuevas digo. Intentar tirarlo todo, porque estas furioso y que no se mueva ni una mota de polvo. O cuando estas triste, querer estar solo y sentir que no hay paredes suficientes en el mundo para ocultarte. Intentar cambiar cosas del pasado, y que todos te escuchen menos la persona sobre la que el pobre fantasma da vueltas y vueltas y ni siquiera se inmuta. Tan solo está ese pequeño libro de cuentos que cuenta la historia del pobre fantasma y que permanece ahogado en el polvoriento desván de los deseos rotos por la avaricia sentimental.
Vivir de los recuerdos no es vivir, al igual que respirar las pasiones que otros expulsan tampoco es respirar.

Up in my dreams


Caminaba con paso ligero por las calles. Las lujosas ventanas de los chalets estaban ya apagadas y las hojas se arremolinaban al compás del viento por las esquinas de los edificios  revestidos de piedra labrada. Meterse por el barrio rico era el mejor atajo para alcanzar su casa tras una noche de fiesta en la que el gélido viento de Abril endemoniaba la oscuridad llena de sombras. Despidió a su amigo, y continuó solo atravesando los callejones y los pasadizos para acortar. Las farolas iluminaban bien todos los rincones, pero aquella noche no habrían hecho falta. Ya estaba allí el impresionante lucero amarillo que se embravece de vez en cuando.
La luna, dominaba todo el cielo nocturno, quitando todo el protagonismo que tenían las estrellas. Amaneció enfrentándose al ocaso, imponente y amarilla como el sol naciente. Rodeada de nubes, conseguía resaltar su aura mágico y místico, con aires pomposos, haciéndose reina de la noche y emperatriz de las pequeñas mentes perturbadas que osaron fijarse en ella como en una noche cualquiera. Creció y creció, alimentándose de historias, buenas y malas, y su luz fue azulando los paisajes, helando todo lo que iluminaba, creando espectros de hielo por las calles, igual que los otros. 
Pero ante todo, la luna guiaba e invocaba a los fantasmas del pasado, a los recuerdos armados con dagas de papel y con palillos puntiagudos. Atacaban sin piedad, y como no, hacían de sustrato para que germinase la culpa, el remordimiento, el echar de menos y el cariño. A pesar de ello, como en toda batalla, la imaginación puede más, y si se sabe utilizar, con la ayuda de un buen libro, te libras de esos bastos sucedáneos de sentimientos, al menos por un rato, hasta que te quedas dormido con las paginas que desvelan el final del capitulo entrelazadas a tus dedos, y en tu mente, en lugar de la hermosa historia de caballeros y princesas que tan interesante parece, hay otro hermoso recuerdo que te hace caer rendido con una sonrisa entre almohadas.