Es escalofríante
como puede cambiarte la vida en un momento. Como ese instante en que dos
personas cruzan sus miradas y quedan petrificados, conectados por las pupilas,
se convierte en un universo infinito en el que el mundo entero deja de girar y
todo se ilumina, los colores se avivan y
ese fuego incandescente del pecho aviva su llama hasta alcanzar el tímido
destello que pone de nuevo en marcha la actividad de lo trivial del mundo.
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