viernes, 13 de julio de 2012

Capitulo 2: Sueños

(Retroceso temporal)


La sabana blanca colgada de aquella cuerda atada a ninguna parte volvía a arder en los sueños de la anciana. El fuego la impregnaba como si esta fuese inflamable, pero la sabana no se consumía en absoluto, sino que seguía con cada matiz de pureza allí colgada. Parecía magia, pero aquella situación solo podría haber sido provocada por la magia oscura, de modo que, incitada por su sabia experiencia, la anciana se apresuro a escapar de aquel lugar. Corría por la calle, presta a pesar de su edad, huía de un inminente peligro que acechaba en algún rincón de su universo, que en aquel momento ella creía real. De pronto todo comenzó a  arder y las calles se convirtieron en un horno capaz de asar viva a la pobre mujer, que viró bruscamente de dirección para salir de aquel infierno, pero al doblar una esquina para alcanzar la calle que conducía a la calle de salida de la aldea, resbaló y callo al suelo. Notaba el liquido caliente que brotaba de su rodilla, y las inmensas punzadas de dolor que sentía en el codo indicaban que probablemente este se hubiese roto a causa de la caída. En aquel momento, la anciana, apunto de desfallecer, se percató que el calor desaparecía. Es mas, la temperatura descendía precipitadamente hasta alcanzar los gélidos valores del invierno de Siberia. La oscuridad lo invadió todo y las afiladas y congeladas garras de la muerte apresaron ala anciana llevándosela con ella hasta el mundo de los no muertos. Silencio.
Una vez más, el sueño despertó a la anciana entre fríos sudores y alaridos sordos debido a su antigua garganta. A pesar de ello, su  hija acudió rápidamente a la habitación ataviada con su vieja bata azul descosida por el paso de los años para comprobar que era aquello que desvelaba a su madre. Entro en la habitación y encontró a su madre acurrucada en una esquina de la cama. Entro y con precaución se acercó a ella y trató de consolarla entre sollozos. 
- ¿Otra vez ese sueño, madre?
- Cada vez se hace más fuerte, ocurrirá pronto hija...
- Descanse madre. Mañana debemos hacer muchas tareas.
- Ten cuidado
- Descuide, seré precavida. Se alejó en dirección a la puerta cuando su madre la volvió a llamar.
- Mary, cierra tu ventana, los malos espíritus que rondan por mis sueños podrían entrar en esta casa y maldecirnos...
- Lo haré en seguida madre, usted descanse. Y se alejo con pasos sordos para no molestar a los demás habitantes de la casa. Se acostó de nuevo en la cama que había en su pequeña alcoba y de nuevo se sumió en el mundo de los sueños olvidándose por completo de la advertencia de su madre. Una vez mas creyó que la voz de los ancianos es inútil.
Aquella mañana de diciembre el sol hizo su aparición por el lugar esperado en el momento esperado. Un día más comenzaba en la aldea. Los panaderos abrían las ventanas dejando escapar el tierno olor a pan recién hecho que atraería a los primeros clientes de la mañana. Los pescadores, que habían salido cuando aun era de noche a la mar, regresaban con un grandioso botín de marisco. Había sido un buen día de faena en aquellas aguas a veces tranquilas y otras veces tempestuosas como la ira de los antiguos titanes. Los pastores aprestaban a sus rebaños por el sendero que conducía hacia los pastos de las montañas y los carros de los comerciantes comenzaban a partir en dirección a la ciudad. Era dia de mercado, el dia en el que los pequeños artesanos, ganaderos y agricultores de las aldeas que rodeaban la ciudad en la que se encontraba la mansión del Duque, marchaban hasta ella para vender sus productos a las gentes que habitan aquel lugar. La comarca era pequeña, y se organizaba entorno a la ciudad, en la que se encontraba la mansión del Duque.
La familia de Mary tenia una pequeña tienda de arreglos de costura, en la que ademas vendían los vestidos que ellas mismas confeccionaban y telas, algunas caseras y otras compradas a otros comerciantes. gracias a los pocos ingresos que les producía el negocio podían mantener a la familia, y conseguir algo que llevarse a la boca antes de irse a dormir. Robert, el cabeza de familia, era un astuto cazador desprestigiado en casi toda la comarca por la envidia del resto de cazadores. Su pericia con las armas lo habían convertido desde los dieciocho años en el mejor cazador de la zona, pero su talento fue desechado por la sociedad y tuvo que resignarse a cazar si que lo viesen, escondiéndose, para proporcionar algo de alimento de alimento a su familia y no sentirse tan solo como en sus noches de taberna. Debido a su marginación, Robert cayó en unos graves problemas de alcoholismo que casi terminan con su vida en unas cuantas ocasiones, pero tras conocer a Mary, sus problemas de adicción a la bebida disminuyeron notablemente, aunque en su rostro y su apariencia siempre quedará el rastro de aquel joven borracho. Sus marcadas ojeras contrastaban con sus ojos verdes como esmeraldas. Había dejado crecer su pelo y una frondosa barba color negro azabache, bajo los que se vislumbraban los restos de una época de esplendor en que aquel cuerpo había sido de un apuesto joven con un gran corazón.
Mary, cuya figura ya estaba algo desgastada por los años, también conservaba el reflejo de una belleza pasada que al parecer había sido insuperable. Sus rubios cabellos con alguna u otra cana estaban ahora recogidos en un mustio moño, pero antaño habían estado sueltos al viento brillando incluso mas que el mismísimo sol, que se reflejaba en sus ojos azules como el cielo, que parecía despejarse a su paso. Sus afiladas facciones reflejaban la seriedad en su rostro, debido a  una vida dificil, pero tambien eran capaces de rebelar una ternura maternal que pocas madres consiguen transmitir a sus hijos. Provenía de una humilde familia de la aldea y para ayudar en su hogar, al ser la mayor de sus hermanos, se vio obligada a dejar la escuela a los 13 años y a trabajar en diversos lugares, uno de ellos la taberna, lugar en el que conoció a Robert cuando ella ya tenia 17 años. Era una mujer muy precavida y que confiaba muy poco en los demás. El único en quien confiaba plenamente era su marido.
Robert y Mary tenían dos hijos, Clarie y Ron de 16 y 12 años respectivamente. En cuanto a Clarie se podría decir que es el vivo reflejo de la juventud de su madre, solo que con los ojos de su padre, verdes relucientes junto con la rubia cabellera de su madre. Colaboraba ayudando a su madre con el comercio de costura en todo lo que podía y tras años de practica había conseguido una portentosa habilidad con la aguja, a pesar de poder compaginar los estudios con su vida de costurera. Ron era un joven algo bajito para su edad, con el oscuro pelo que provenía de su padre y los ojos de su madre. Le encantaba curiosear todo lo que podía y más y había heredado el corazón de su padre. A pesar de su pequeña edad le encantaba ayudar en todo lo podía y había heredado ademas el carácter soñador e imaginativo que los antepasados de la familia poseían y cuyos restos habían ido a parar a la anciana de la casa, la madre de Mary, Angela.
Aquel día, Mary y Clarie se dirijieron a la ciudad ayudados por Ron, que ese día no tenia escuela, para vender sus trajes y telas a los habitantes de aquel lugar. Tras la larga hora de viaje en su pequeño carro, llegaron al corazón de la ciudad y se encontraron con mucho más revuelo del habitual. Un agente de seguridad estaba dando unos avisos de especial importancia, y toda la plaza escuchaba con atención.

To Be Continued...

1 comentario:

  1. Me encoanto tu blog, que manera tan preciosa de describir y de transmitir.
    Felicitaciones,
    la chica de las gafas

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