Últimamente,
hay mucho falso genio que se pasea por ahí dándoselas de sabio y
ofreciendo la panacea para estos años duros que,
por casualidad espacio-temporal estamos viviendo. Los genios, no se
consideran genios hasta que la presión que los demás ejercen sobre
ellos es tal que se autoconvencen a sí mismos de que tienen que serlo.
Y en ese momento, es cuando empieza el brutal descenso hacia la decadencia.
Muchos genios pretenden averiguar cuanto esté a su alcance siguiendo
las pesquisas del rastro de las innumerables explosiones
de imaginación que parieron el mundo hace ya algún tiempo.
Pero algunos genios, precisamente por sus genuinos pensamientos, acaban
malogrados. Montan sus conjeturas oscuras y atrevidas suposiciones,
construyendo falsos puentes hacia planetas circulares hechos de mentiras. Y
cuan bello es idealizar la realidad y vivir en la mentira. Las infamias son
unos atuendos muy adecuados para disfrazar letras que componen las palabras de
los poemas, semillas de sentimientos.
Pero cuando esos puentes degeneran en castillos de sueños, hechos de
cristal y de marfil reflejando la luz del risueño sol del destino, la
sobrecarga es inevitable. Y es entonces cuando se pega el tijeretazo
de fantasía y los grandiosos falsos adornos se desploman, clavándose en
el suelo de la realidad, quebratándose en diez mil
pedazos, afilados como cuchillas, que hacen mucho daño cuando
aterrizan todas a la vez: palabras. Duras dosis de realidad que se apelmazan en
la superficie y hacen florecer las conclusiones que intentaron sortear los
benditos puentes. Fracaso absoluto. No funciona.
Como las costuras
de una vieja prenda, se desgarran los hilos que sujetan realidad y fantasía, y
el genio se desploma, y con las manos heridas y las piernas ensangrentadas,
tiene que aprender a levantarse de nuevo. Las lagrimas que se derraman
por su rostro desprendiéndose y regando el
suelo, harán que broten las flores de la esperanza con
alentadores perfumes que palien el dolor de la tremenda caída, y
abriendo poco a poco la senda cubierta de verde vida. Y cuesta, pero si la
magia del genuino mago del pensamiento lo alzó tan alto, es de buena fe creer
que conseguirá nuevas fuerzas para levantarse y emprender el nuevo camino por
la ruta de la realidad, evitando los senderos ascendentes hacia los espejos de
realidad que aparentan resistir cualquier adversidad y se desmoronan con el
soplo del tiempo y las turbulencias de los experimentos de laboratorio.
No está de más tener fe en uno mismo, pero a
veces un exceso de confianza en las afirmaciones propias trae consigo la
afamada hipocresía que parece que el gobierno intenta monopolizar con sus
escándalos y mentiras. Así, que contraste opiniones, viaje sin descanso, y
respire mucho aire fresco, pero amarre bien sus buenos pensamientos amigo, pues
algún día pueden sacarle de un apuro.
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