lunes, 11 de febrero de 2013

Sol Mayor

Esta noche me vuelve a tocar vestir lagrimas. Que aburrido. La misma rutina que todas las ultimas noches desde que mi pianista interior se empeña en tocar la sonata de la soledad extrema. Por muy poco virtuoso que sea se empeña en seguir practicando, pero no se da cuenta del daño que me hace. Quisiera poder dormir pensando en otras cosas, en lo que voy a hacer mañana, en la gente que me va a dedicar una sonrisa más cuando llegue a clase con mi cara larga de los martes, en las caricias del gato por mis pies al levantarme y sus maullidos de "Hazme Caso!". Pero no importa, al final, Morfeo pasa por mi lado y me aferro como puedo a los sueños como antes, lo que pasa es que ahora son escalofriantes, pequeño detalle que me obliga a poner cara de preocupación por la mañana. Y aunque parezca una contradicción me refugio más que de costumbre en la música, evitando todas las melodías que infieran en recuerdos taciturnos de soñadores noctámbulos. Al fin y al cabo es la que tiene la respuesta para casi todo con sus piano en situaciones delicadas, andante cuando hay que continuar hacia adelante, forte cuando es necesario hacerse oír por encima del tumulto, y por supuesto el allegro con spirito. 
Parece que la ciudad de la lluvia (si hijos, en Bilbao no para de llover) no hace sino aumentar la fase paranoia sin fin. Por lo menos queda el trasiego de gente que se empeña en disimular y en evaporar los problemas con ajetreadas rutinas, olvidando como se pensaba o que teclas había que pulsar para tocar Sol Mayor. Solo se una cosa, mientras no haya Sol Mayor dentro, no saldrá el sol.

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